3.7.05

Una historia oficial con justificaciones y detalles



 El historiador inglés admite las dudas británicas sobre sus derechos en Malvinas, revela algunos pormenores y preserva la imagen de Thatcher.

 Margaret Thatcher estuvo a la altura del desafío histórico que le planteó la dictadura militar argentina de 1982 en las islas Malvinas pero... Quizá no debiera haber ido a la guerra. En primer lugar porque los títulos de soberanía británicos sobre los archipiélagos australes eran lo suficientemente precarios como para que una buena parte de la burocracia estatal —básicamente la del Foreign Office— tuviese serias dudas sobre la validez de los mismos. El argumento no es nuevo, excepto por el hecho de que ahora ha quedado estampado en la historia oficial inglesa de la guerra, escrita por el académico Lawrence Freedman por encargo del gobierno de Tony Blair.


 En los dos volúmenes de "La historia oficial de la Campaña de las Falklands", distribuido el último día de junio, la "Dama de Hierro" emerge del texto con la corona de laureles intacta. Aun si la guerra pudo haber sido de dudosa conveniencia, si se quedó en la oscuridad informativa en las horas previas al hundimiento del crucero General Belgrano o si, como sucedió con la batalla de Pradera del Ganso, ordenó una carga de sus tropas por razones más propagandísticas que militares. Estos hechos fueron registrados por el autor, que tuvo un acceso sin precedente a los archivos oficiales británicos del conflicto.

 Freedman —vicerrector del King's College en Londres, donde enseña Estudios de Guerra— no intenta empujar a lady Thatcher del pedestal y tampoco se detiene más de lo necesario en el derecho argentino porque, queda claro en los volúmenes, este trabajo también parte de la premisa según la cual el triunfo de armas concede derechos a quien lo obtiene. Las cosas no vuelven a ser nunca como antes de que hablaran los cañones, que es lo que ha buscado, busca también hoy, desde aquella derrota, la diplomacia argentina. En muchos sentidos esta historia oficial inglesa es menos crítica de lo hecho por Inglaterra que su precedente, el informe de la comisión parlamentaria que presidió Lord Franks en 1983.

 Pero al menos Freedman tiene la honestidad intelectual de registrar los claroscuros de aquel breve drama bélico. Algo que uno no podría haber esperado si los militares argentinos de entonces hubiesen durado lo suficiente como para ensayar algo similar. La parodia del Informe Rattenbach argentino es un antecedente. 

 Freedman está autorizado para el intento; su trabajo está signado por ese conflicto de los 80. En marzo de 1982 asumió su profesorado y un mes después el destino le dio una guerra recién estrenada para estudiar. Desde entonces su nombre estuvo vinculado a la bibligrafía, notablemente por "Señales de Guerra: el conflicto de las Falklands de 1982", un libro de 1991 que escribió junto a la argentina Virginia Gamba. Esta es una colaboración para notar: Gamba se ha esforzado por hacer de aquel choque algo menos absurdo de lo que fue desde el proceso de decisión argentino.

 Freedman sólo logra varios momentos recordables. El recuento del análisis que llevó al primer canciller de Thatcher, lord Carrington, a elaborar, en 1981, una propuesta a la Argentina para un retroarriendo de las islas por 99 años —al estilo Hong Kong— que discutieron en secreto dos enviados en Suiza, Nicholas Ridley y el vicecanciller militar, comodoro Carlos Cavándoli. Es de notar el enlace que construye entre esta iniciativa y las dudas de los políticos británicos sobre el derecho que asistía a su país. A pesar de más de siglo y medio de ocupación —decían éstos con sordina—, lo cierto es que Londres había reconocido a la Argentina independiente en el siglo XIX, cuando había un gobernador argentino en las islas, sin hacer reservas territoriales.

 Está también la duda hamletiana que asoló al gabinete de guerra de la Thatcher cuando se comprobó que a la flota, rápidamente armada para viajar a las islas, se habían sumado dos unidades que llevaban en su arsenal cargas de profundidad nucleares. Freedman describe a la Thatcher como desesperada "por retirarlas de los buques" —lo que finalmente se hizo—, pero al mismo tiempo revela discusiones que prueban que "la opción atómica" estuvo en el trasfondo todo el conflicto.

 Igual es posible decir que la Argentina continental nunca estuvo completamente segura: algunos comandantes sostuvieron la posibilidad de atacar primero otros territorios australes argentinos menos fortificados.

 Freedman sostiene que el hundimiento del crucero General Belgrano no fue una jugada política sino militar y perfectamente racional. Aunque admite que la Thatcher, que autorizó el ataque, no fue informada durante cuatro horas críticas de que el crucero había cambiado curso y se dirigía a puerto. El historiador asegura que la decisión de modificar las reglas de combate —que permitió el hundimiento— se hubiese debido adoptar igual. Thatcher recibe así una pátina de inocencia.


 Para quienes aquella guerra es un objeto de culto intelectual el trabajo inglés ofrece pocas novedades, pero ayuda a completar el cuadro. Quizá sea más valioso para los que se interesan por el futuro del diferendo; alimenta cierta sospecha de que el deseo y el reclamo argentino han quedado atrapados en una realidad que ya no existe, la de antes de la guerra. 


✒ Oscar Raúl Cardoso Clarín | Domingo 3 de julio de 2005.

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